Mi pieza

Nunca he sido fan de los rompecabezas. Pero, hoy, vi uno y digamos que me inspiré. Sólo ver este juego hizo que me cuestione muchísimas cosas (unas importantes y otras ni un poco). Uno de estos asuntos fue: Qué increíble cómo, muchas veces, intentas ajustar una pieza en un lugar donde NO va; pero tú, terrible optimista (o idiota), continúas haciéndolo. Otro punto: Las piezas NUNCA jamás son iguales y si lo fuesen, no encajarían. Yo pasé mucho tiempo de mi vida tratando de encajar piezas sólo porque sí, por no sentirme sola, por el detestable “estoy soltera” o qué sé yo. Hasta que, de pronto, encontré la pieza que me faltaba.

 

Hace 6, 7 u 8 años (ya perdimos la cuenta), yo me encontraba en un salón de clases en la universidad. No me tocaba ese curso; me había retirado. De pronto, entró el que supuestamente era el profesor. Carla, siempre coqueta, hizo algún comentario desubicado y extremadamente confianzudo para una alumna de 18 o 19 años. ¿Total? Nunca lo iba a volver a ver. Tan graciosa es la vida que, al siguiente ciclo, quien ingresaba a darme clases era el mismo sujeto al que había hecho enrojecerse 6 meses atrás. “Qué vergüenza”, “¿Se acordará de mí?”, “Sigue igual de churro”, “¿Y si me retiro del curso?”, esas eran algunas de las cosas que daban vueltas en mi cabeza.

  • Yo me acuerdo de usted, señorita – dijo mientras caminaba por el salón y me miraba
  • Soy inolvidable – respondí, tratando de hacer como si no me importara.

 

Después de este encuentro, sólo esperaba todos los Martes y Jueves de 9-11 a.m. para poder verlo y coquetearle. Usé toda mi artillería pesada: miradas, faldas cortas, rulos al viento, hasta me hice delegada del curso sólo para tener su número celular. Dejé manzanas, mandarinas, post its en el escritorio y hasta en el vidrio de su auto… #EstabaLoca… Hasta que un día me atreví y lo agregué a Facebook. Él, rápidamente, me aceptó. Escribí temerosa un “Hola” y él contestó igual. “Oh por Dios… Esto no puede estar pasando”, pensaba. Pero sí, si estaba sucediendo y no era producto de mi gran imaginación. Así, fue que conversar con él se volvió una costumbre y hasta una necesidad… Iba a clases, a trabajar y al gimnasio con la única idea de volver pronto a casa para conversar con él por Facebook Messenger. Tonta yo. Él tenía novia, era “feliz” (nótense las comillas) y yo era sólo una chiquilla. Nunca nos vimos, nunca nos besamos, nunca nada. Desapareció y desaparecí. Ya ni recuerdo cómo fue el “adiós” o si fue necesario que haya uno. ¿Total? Nunca fuimos nada.

 

Yo hice mi vida y asumo que él también. Cada cierto tiempo, lo recordaba y sonreía pero dejaba ir ese recuerdo. Un día, entré a su Facebook a ver qué era de su vida. Y ahí estaba él, tan serio, con esa sonrisa de costado, esos dientes chuecos y sus camisas remangadas, tal como lo recordaba. Había colocado un artículo PRO Unión civil y yo, en esa época, estaba con unA chica y me creía “la incomprendida”; entonces, no tuve mejor idea que escribirle para decirle que me parecía genial que esté a favor. Una vez más, tonta yo. ¿Qué demonios tenía que estar ventilando mis intimidades con un ser humano del que no se hace muchos años? Él me contesto 2 o 3 palabras y volvió a desaparecer. Así era él.

 

Algunos años después de este “incidente”, llega un mensaje a mi Facebook Messenger:

  • Hola
  • ¿Hola? – Era él, escribiéndome como si nada hubiese pasado.

Y volvimos a hablar todos los días, todo el día. Me invitó a salir 1, 2, 3 veces y finalmente vencí mi miedo  acepté. No fue la mejor cita de todas pero algo quedaba rondándome la mente “Es él”. No voy a entrar en detalles porque me tomaría varias páginas contándoles nuestras idas y vueltas. Sólo deben saber que ninguno de los dos pensó llegar hasta donde hoy nos encontramos.

 

Jigsaw puzzle in the  red heart. Vector illustration.Él es TOTALMENTE diferente a mí. Incluso, somos de diferentes generaciones por la diferencia de edad (18 años). Yo soy extremadamente sociable, podría hablarle a la pared. Él, por el contrario, es un tipo callado, que no le gustan las multitudes y menos conocer gente nueva. Él es súper paciente… De verdad, tiene una paciencia de santo. Yo soy explosiva e impulsiva. A la primera, ya estoy “escupiendo veneno” y hago TANTO daño. Él medita y analiza; yo sólo actúo. Yo AMO bailar; él jamás lo intentó. Nos gustan sitios, cosas, canciones y hasta películas diferentes. Pero de eso se trata: de poder encontrar puntos medios que nos hagan felices a ambos ¿Fácil? No, ni un poco. Acá hay y seguirá habiendo mucho trabajo, paciencia y comunicación. Pero, sobre todo, muchas ganas de que las cosas funcionen y no rendirse a la primera. ¿Por qué? Simplemente, porque escuchar su voz al otro lado del teléfono, despertar con un “buenos días, mi amor”, recibir un desayuno en la cama, discusiones estúpidas, noches de cine y cancha, cantar en el auto y hasta escuchar sus ronquidos son cosas que me hacen INMENSAMENTE FELIZ. Ese es el arte del rompecabezas con el que inicié este post. La “magia” radica en encontrar la pieza exacta que encaje en el lugar exacto a pesar de ser perfectamente diferente. Yo ya encontré mi pieza.